FALTA Ilustración 1. Pórtico piramidal
del Cementerio de San Carlos, 2014
Trescientos trece prisioneros franceses
A finales de 1808, unos veinte mil prisioneros
franceses habían confluido en el entorno de la Bahía
de Cádiz. La mayoría de ellos permanecían hacinados en
pontones insalubres fondeados en mitad de la misma[1].
En los primeros momentos, tal aglomeración humana, la
improvisación y la escasez de medios propiciaron una
deficiente atención sanitaria que desembocó en una
elevada mortandad de prisioneros.
Algo más de tres mil eran marinos procedentes de la
escuadra del vicealmirante Rosily —a su vez, restos de
la escuadra combinada franco-española derrotada en
Trafalgar en 1805—. Los acontecimientos del 2 de Mayo
de 1808 la convirtieron, de la noche a la mañana, en
una fuerza enemiga incrustada en el puerto de Cádiz.
Esta postrera formación francesa, aislada en mitad de
la bahía, equidistante de las bocas de fuego español,
fue rendida en junio de 1808, en la conocida como
batalla de la Poza de Santa Isabel, frente a Punta
Cantera, delante del Arsenal de la Carraca.
Los demás prisioneros franceses, hasta un total
cercano a los veinte mil eran soldados del general
Dupont derrotados en Bailén en julio del mismo año. En
las capitulaciones firmadas tras esta batalla, nos
obligamos a repatriarlos a Francia desde el puerto de
Rota… pero nunca ocurrió. El destino de los
prisioneros fue complejo y su cautiverio (en Canarias,
Cabrera y pontones británicos) no finalizó hasta la
derrota final de Napoleón Bonaparte en 1814.
Mientras tanto, el 29 de diciembre de
1808 llega a Cádiz don Juan Antonio Fivaller, marqués
de Villel y conde de Darnius. Había sido miembro de la
Junta Central por Cataluña, y pasa a presidir la Junta
de Defensa Militar de Cádiz. La llegada de la nueva
autoridad supuso la toma de conciencia del problema
humanitario provocado por tal hacinamiento humano en
los pontones. Y, en apenas unos días, Fillaver dio las
órdenes oportunas para subsanarlo. Entre ellas la
creación de dos hospitales provisionales para atender
a los prisioneros franceses. El primero ubicado en la
Segunda Aguada, extramuros de Cádiz[2];
el segundo, y de largo recorrido histórico, en la
Nueva Población de San Carlos, en la Isla de León
(actual San Fernando)[3].
A pesar de las enormes penurias económicas, este
hospital entró en servicio el domingo 19 de febrero de
1809 en los dormitorios de la planta baja del Cuartel
de la Nueva Población de San Carlos. Las obras para
reconvertir un cuartel en hospital fueron, en palabras
del responsable de los hospitales del Departamento,
«…verificadas y dirigidas por el ingeniero don Antonio
Prat…»[4],
que en ese momento tenía a su cargo «…la dirección
interina de la Nueva Población de San Carlos y obras
civiles del Departamento […] y la dirección de las
obras de defensa del Puente Zuazo y sus avanzadas…»[5].
Sin embargo, a pesar de la atención hospitalaria
que dispusieron las autoridades españolas, la
mortandad entre los prisioneros era tan elevada —el
Marqués de Villel daba la cifra de veinte
fallecimientos diarios para justificar la necesidad de
habilitar los nuevos hospitales— que una mala gestión
de los cadáveres podría generar un problema sanitario.
Las medidas higienistas[6]
que surgen a lo largo del siglo XVIII, y la
preocupación creciente por imponer y extender
políticas de salubridad públicas, a pesar de las
penurias obligadas por la guerra, prohibían desde 1787
los enterramientos en recintos urbanos, en iglesias y
en sus cementerios anexos[7].
De hecho, tales tendencias higienistas son visibles
en una de las modificaciones ordenadas por Carlos III
al proyecto de la Nueva Población de San Carlos que se
había diseñado bajo la dirección del capitán de navío
Vicente Imperial Diguerí. El 14 de marzo de 1786 la
Secretaría de Estado de la Marina lo aprueba con una
única salvedad: se debía suprimir el panteón
subterráneo previsto en la iglesia (actual Panteón de
Marinos Ilustres), y sustituirlo por un cementerio en
las afueras de la Nueva Población:
«El Rey se ha servido aprobar los planos, y
proyecto de la Nueva Población, e Iglesia que V.E.
remite […] con la sola variación de suprimirse el
Panteón, sustituyendo un Cementerio fuera del pueblo
en dónde esté más bien situado y precavido de los
vientos reinantes…»[8].
Enmienda que se alinea y es coherente con la
inminente Real Cédula sobre cementerios que propondría
el rey meses más tarde (3 de abril de 1787) y que
supondría una autentica revolución en las tradiciones
funerarias en España. De todos modos, las dificultades
económicas y las sucesivas modificaciones del
proyecto, siempre pospusieron la construcción de un
cementerio reglado en la Nueva Población de San
Carlos… hasta que, en febrero de 1809, la necesidad se
hizo realmente imperiosa con la instalación del
hospital para prisioneros franceses.
En las cuentas de gastos que presenta el 2 de marzo
de 1809 don José Martínez de Viergol, Inspector de
Hospitales del Departamento, anota la primera
referencia al camposanto que nos ocupa…
«7ª.- Las obras hechas en el
Cuartel de la Nueva Población para cerrar
comunicaciones, ordenar las salas de enfermería, las
cocinas, lavaderos, Campo Santo y Capilla, se
satisfacen lo mismo que los otros menores gastos con
los sesenta mil r.v. que queda dicho sean librado al
contralor de aquel hospital provisional…»[9].
Por tanto, a principios de marzo de 1809 (al mismo
tiempo que entra en servicio la atención sanitaria),
se ha habilitado un solar para enterrar a los
franceses fallecidos en el Hospital de San Carlos. No
era esta una práctica anómala, en el ámbito sanitario
(civil y militar) era habitual que cada hospital
dispusiera de un camposanto asociado donde inhumar con
inmediatez y economía a sus fallecidos, máxime en
tiempos de epidemias o de conflictos bélicos. En
Cádiz, el Real Hospital de Marina de Cádiz, tuvo su
propio camposanto, y en el entorno local (Isla de
León) hubo, al menos otro caso en la Casería de
Infante. Acuciados por la epidemia de fiebre amarilla
de 1800, junto al Hospital Provisional y Real de
Infante (construcción utilizada como lazareto durante
buena parte del s. XVIII) se habilitó, en octubre de
ese año, un camposanto para dar sepultura a sus
fallecidos —aunque en tal ubicación ya se venían
practicando enterramientos desde, al menos, el último
tercio del XVIII[10]—.
Estaba situado a orillas de la bahía, muy cerca del
depósito del hospital: «…el
Depósito nuevo de paredes con puerta nueva, cerradura
y llaves, que mira al camposanto». En la
descripción de la obras del Rey que se realizaron en
la Casería de Infante para adecuarlo como hospital en
esa fecha, se describe así: «Campo Santo cerrado con
vallado de pitas, su puerta con cerrojo, cerradura y
llaves; otra puerta en la muralla con cerradura,
llaves y cerrojo, y un pedazo de pared para atajar el
paso a la playa»[11].
Incluso existió un enterrador en la plantilla del
Hospital de Infante, don Agustín Maroñas, al que se le
reclamaron, el 30 de Junio de 1801, ciento cincuenta
reales de vellón por treinta días de trabajo, con un
goce de 5 reales diarios[12].
El Cementerio de Infante estuvo exclusivamente al
servicio de su hospital.
El camposanto habilitado para el hospital de San
Carlos en 1809 es un recinto rectangular de unos 87 x
32 metros, que cumple con la ley (Real Cédula de
Carlos III, 1787; y las circulares sobre cementerios
que emite Carlos IV en 1804), es decir, está alejado
de lugares de habitación, situado en el extremo
noroeste de la Población de San Carlos; a orillas del
mar; sometido a brisas continuas para dispersar los
miasmas pútridos y sin posibilidad de que las
emanaciones y fluidos cadavéricos contaminen los
acuíferos. Tal camposanto ya tiene reflejo en la
cartografía militar de ese mismo año.
FALTA FOTO
Ilustración 2. Detalle de Plano
de Cádiz (Isla del León), con indicación de la
situación de sus baterías. Pablo del
Villar (1809) / Planos de ingenieros en el Archivo
General Militar de Segovia. Signatura: Carpeta
39, Plano 402. El cementerio de los franceses, con su
cruz identificativa, en el círculo rojo. Cortesía
de Rafael Olvera.
La atención a los prisioneros enfermos —a la que
nos obligamos en las capitulaciones de Bailén— no se
limitaba a la creación de hospitales provisionales,
con la costosísima movilización de recursos materiales
y humanos que necesitaba tal tarea, el colofón
humanitario quedaba rematado con un entierro digno en
un camposanto reconocible. El sepelio honroso del
prisionero era el último acto que la nación española
ofrecía a la dignidad del enemigo. Con el sepelio en
el Cementerio de San Carlos se cerraba el enorme
esfuerzo que se hizo para atender con humanidad a los
prisioneros franceses.
FALTA Gráfico 1
El gráfico 1 anterior está confeccionado con los
datos extraídos de «…dos relaciones, la una que
comprende los individuos de tropa y demás
correspondientes a la nación francesa que fallecieron
en el Hospital de la Nueva Población de esta ciudad, y
el de la Segunda Aguada establecido fuera de los muros
de Cádiz, de los cuales hospitales está encargada la
Real Marina, y las expresadas relaciones son sacadas
de los libros de difuntos de los mismos hospitales,
los cuales documentos existen en los oficios
principales de mi Cargo… San Fernando, 19 de Agosto de
1831»[13]
Cinco mil cuatrocientos sesenta y nueve
españoles muertos
Cuando el 14 de Febrero de 1810, el mariscal Soult
pone cerco a las Islas Gaditanas, todos los
prisioneros franceses, sanos o enfermos, fueron
alejados del frente de batalla. Unos, reconducidos a
los pontones, y otros, trasladados a Baleares o
Canarias.
A partir de ese momento en el Hospital de San
Carlos sólo se atenderán a los marineros y soldados
españoles enfermos o heridos en las batallas y
escaramuzas planteadas contra los franceses. Los que
mueren son inhumados con inmediatez en su cementerio
asociado.
FALTA Gráfica 2
En los tres años de asedio napoleónico, mientras a
sus espaldas se gestaba la primera constitución
española, la de 1812, un total de 905 soldados y
marineros españoles (con la inclusión de una mujer)
murieron en el hospital de San Carlos, víctimas de
heridas de combate o enfermedad. Todos ellos fueron
enterrados en el cementerio que nos ocupa… y, hasta el
momento, nada en el recinto los recuerda.
FALTA Gráfica 3
Los fondos documentales de la Vicaría General
Castrense (Libros de Defunciones del Hospital de San
Carlos entre 1810 y 1911) han sido la fuente
documental para trazar el servicio prestado por el
Cementerio de San Carlos, de los Franceses, de los
Ingleses o de los Soldados[14]
(que de todas estas formas se le conoce en la ciudad)
hasta su obsolescencia en las primeras décadas del s.
XX.
Curiosamente las vicisitudes militares, políticas y
sanitarias del siglo XIX español, en lo que atañe a
San Fernando, son perceptibles en los sepelios
ocurridos en este pequeño y olvidado cementerio de
soldados. La gráfica que relaciona estos
enterramientos en el periodo 1810–1911 (se completaría
con los más de 313 prisioneros enterrados entre 1809 y
1810) demuestra cinco picos reconocibles. El primero,
como ya se ha comentado, coincide con el asedio
francés de 1810 a 1812 y recoge un total de 905
enterramientos. En 1813 una nueva epidemia de fiebre
amarilla (tifus icteróide) se superpone a la
mortalidad remanente y provoca un número ligeramente
elevado de inhumaciones: 172.
El pico más agudo de todo el registro ocurre en
1819. Ese año, concentrados en los meses de septiembre
a noviembre, son enterrados en nuestro cementerio 521
fallecidos a consecuencia de otra virulenta epidemia
de fiebre amarilla.
Posteriormente se observa un repunte de sepelios
entre 1822 y 1824, con 87, 114 y 76 inhumaciones
respectivamente, que coinciden con la llegada a la
bahía de los Cien Mil Hijos de San Luis, con el asedio
realista a la Isla de León, los combates para reducir
la resistencia liberal y el acantonamiento posterior
de tropas en la ciudad.
Entre 1837 y 1844 ocurre un notable repunte de las
inhumaciones sobre la media anual (durante el siglo de
registros documentados, la mortalidad media se sitúa
en torno a 54 entierros anuales) debido a un depósito
de prisioneros carlistas que la historiografía de San
Fernando ha documentado escasamente. El hacinamiento
en los cuarteles y la falta de higiene provocaron
enfermedades masivas entre los prisioneros carlistas
y, a pesar de las atenciones sanitarias ofrecidas en
el Hospital de San Carlos, la mortandad fue enorme.
Año
|
Total Sepelios en el
Cementerio
|
Sepelios de
prisioneros
facciosos carlistas
|
1837
|
142
|
107 - 75,3%
|
1838
|
300
|
245 - 81,6%
|
1839
|
249
|
225 - 90,3%
|
1840
|
116
|
090 - 77,5%
|
1841
|
085
|
051 - 60,0%
|
Totales
|
892
|
718 – 80,4%
|
Tabla 1
En los cinco años que el Depósito de Prisioneros
permaneció en San Fernando, más del 80% de los
fallecidos en el Hospital de San Carlos (718 de un
total de 892) fueron carlistas. Según los partes
facultativos, la inmensa mayoría murió de tisis o
disentería. En el siguiente gráfico se observa que
mientras la mortandad subyacente entre la tropa
acantonada en la Isla de León se mantuvo estable, los
muertos entre los prisioneros carlistas se disparó.
FALTA Gráfica 4
Finalmente, en el último tercio del siglo XIX los
enterramientos en el cementerio van descendiendo
apreciablemente hasta que, en la década de 1890 –
1899, la media desciende hasta dieciséis inhumaciones
anuales, sólo alterada por un pequeño repunte en los
años 1898 y 1899 (con 34 y 28 sepelios
respectivamente) debido a los soldados repatriados de
Cuba y Filipinas después de la pérdida de las últimas
colonias.
FALTA FOTO
Ilustración 3. El pórtico y la cruz
pometeada del Cementerio de San Carlos en 1979. Foto
cortesía de Antonio de Hombre Vázquez
En los últimos once años de registros el Cementerio
de San Carlos languidece. Ha perdido el tren de los
tiempos. La tendencia resulta evidente. Desde finales
del siglo XIX las normativas sobre cementerios se
fueron imbricando en políticas sanitarias más amplias
y generalizadas que difícilmente contemplaban
camposantos privados o asociados a hospitales, y se
centraban cada vez más en servicios funerarios
garantistas y municipalizados. Por eso, a finales del
siglo XIX y principios del XX, se hace más difícil
proporcionar a los que fallecían durante su servicio
militar un lugar digno en un cementerio que ya es
abiertamente obsoleto. Asumir los gastos de un sepelio
en el Católico de San Fernando era una opción que poco
a poco se convertiría en la única opción para los
capellanes castrenses del Hospital de San Carlos.
Justamente en 1911, cuando finalizan las
inhumaciones, con la intención de racionalizar los
recursos, y ante la necesidad de proporcionar una
digna sepultura a la tropa, los ministerios militares
ordenan a la cadena de mando inferior que soliciten a
las corporaciones municipales de sus jurisdicciones,
la cesión de terrenos en los cementerios católicos ya
existentes para enterrar soldados muertos en actos de
servicio. El Ministerio de Marina lo hace público en
su Diario Oficial el 26 de enero de 1911. En ese
número se publica una Circular dirigida a los
Comandantes Generales de los Apostaderos para que
inicien gestiones ante los ayuntamientos de su zona.
Uno de esos municipios fue San Fernando. El
Cementerio de San Carlos empieza a tener sus días
contados.
El 7 de Febrero de 1911, el Comandante General del
Apostadero de Cádiz, cumpliendo tales órdenes
superiores, envía un oficio al alcalde de San Fernando
invitándole a estudiar la posibilidad de ceder
terrenos en el Cementerio Católico de la ciudad para
«…la inhumación de los cadáveres de las clases,
soldados y marineros que fallezcan en activo
servicio…»[15],
es decir, para la misma función que ha tenido en
Cementerio de San Carlos hasta ese momento. De hecho
sólo unos meses después, el 6 de septiembre de 1911,
se registra el último sepelio en el obsoleto
camposanto. A partir de ese momento la única
alternativa es inhumar en el cementerio católico de la
ciudad.
A partir de entonces fuimos olvidando que en él
reposan marineros e inválidos de Marina. Soldados y
cadetes de Infantería de Marina. Grumetes, gavieros,
cabos de mar, artilleros, fogoneros, escopeteros,
granaderos, rondines del arsenal, guardias del Puente
Zuazo, cornetas, bombarderos y buzos. Tripulantes,
paleadores de faluchos y bogadores de lanchas sutiles.
Sargentos, subtenientes, tenientes, músicos,
contramaestres y capitanes de las distintas dotaciones
de tierra y buques de la Real Marina. Despenseros,
enfermeros, cabos de sala, topiqueros, practicantes de
farmacia, de medicina y de cirugía, cocineros,
médicos, escribientes y sirvientes del hospital.
Maquinistas, carabineros de mar y ordenanzas de
semáforos de la Armada. Carpinteros de rivera, peones,
hiladores, toneleros, operarios de la draga y del
martinete del Arsenal, canteros y personal civil de la
maestranza. Paisanos que se ahogan o presos de la
jurisdicción ordinaria. Sirvientes del colegio naval
militar. Prisioneros carlistas. Cabos de vara, presos,
desterrados y confinados políticos en el Penal de
Cuatro Torres. Reos de la jurisdicción civil.
Ajusticiados en la horca y descuartizados. Insurgentes
cubanos. Marinos mercantes. Hermanas de la Caridad,
mujeres, párvulos y capellanes castrenses. Militares y
paisanos transeúntes en la Población Militar de San
Carlos, asesinados que aparecen en las cunetas, etc.
Muertos a causa de heridas de guerra, por reyertas
internas o en accidentes laborales, y ahogados.
Quemados con pólvora en los Polvorines de Fadricas, en
los Mixtos y en cuarteles. Reventados en explosiones
de las calderas en el Arsenal de la Carraca. Muertos
por las epidemias que azotaron la Isla de León en el
siglo XIX, y por decenas de patologías distintas.
Todos ellos inhumados en un camposanto que se cae a
pedazos víctima del olvido… Más de trescientos trece
franceses y cinco mil cuatrocientos sesenta y nueve
españoles, todos ellos con nombres y apellidos
conocidos, vinculados de una u otra forma a la Marina
española, no deberían permanecer en el olvido.
[1]
Para conocer las enormes penurias padecidas
por estos prisioneros véanse:
MÁRQUEZ CARMONA, Lourdes. Recordando
un olvido: Pontones Prisiones en la Bahía de
Cádiz. 1808-1810. 2013; y
RUÍZ GARCÍA, Vicente.
Los pontones de Cádiz y la odisea de los
prisioneros franceses derrotados en la batalla
de Bailén (1808-1814)
2014.
[2]
Véase
RAMÍREZ MUÑOZ, Francisco J.
El
Hospital de la Segunda Aguada. (1793-1854).
Diputación de Cádiz. 2013.
[3]
Véase
GARCÍA-CUBILLANA DE LA CRUZ, J.M.
El
antiguo Hospital de San Carlos (1809 – 1981) y
la ciudad de San Fernando, 2007.
[4]
Archivo General de Marina Álvaro de Bazán, en
adelante AGMAB. Legajo 7220. Hospitales. Nº 1.
Carta de Francisco García Espinosa al marqués
de Villel. Isla de León, 17 Febrero 1809.
[5]
AGMAB. Legajo 620. Expedientes personales.
Antonio Prat.
Relación que manifiesta los méritos y servicios del
Teniente de navío Ingeniero ordinario de la
Real Armada don Antonio Prat. Isla de León, 1
de mayo de 1809.
[6]
Propiciadas por las imperantes teorías
miasmáticas: «…el
aire corrompido por la putrefacción es causa de la enfermedad…»
[7]
Real Cédula de S.M.
y
Señores del Consejo, en que por punto general
se manda restablecer el uso de cementerios
ventilados para sepultar los cadáveres de los
fieles, y que se observe la ley 11, tit. 13 de
la Partida primera, que trata de los que
podrán enterrarse en las Iglesias; con las
adiciones y declaraciones que se expresa,
de 3 Abril 1787.
[8]
AGMAB. Arsenales-Construcciones.
Comunicación desde la Secretaría de Estado de
Marina, de la aprobación Real del proyecto de
la nueva población e Iglesia, con la sola
variación de suprimir del templo el previsto
panteón subterráneo que ha de ser substituido
por cementerio fuera del poblado;
advirtiéndose que la población tome el nombre
de San Carlos en memoria de su augusto
fundador. 14 de marzo de 1786.
[9]
AGMAB. Legajo 7220. Hospitales. Consignación
de gastos.
Distribución de gastos para establecimiento de los hospitales
provisionales de la Segunda Aguada y Cuartel
de la Nueva Población de San Carlos para
curación de los enfermos prisioneros franceses.
Informe de Martínez de Viergol. Cádiz, 2 de
marzo de 1809.
[10]
Sobre la Casería de Infante como Lazareto y
como hospital provisional, véanse LÓPEZ
MORENO, 2003. Op. Cit. Páginas 145-150, y
LÓPEZ MORENO, M.A.
Dos aportaciones a la
historiografía del Lazareto de Infante en ‘Salud y enfermedad en los tiempos de las Cortes de
Cádiz. Crónica sanitaria de un Bicentenario’.
Cádiz, 2013.
[11]
AGMAB 3072.
Cuaderno que contiene la obra ejecutada por
cuenta de la Real Hacienda en este Hospital de
Infante desde el mes de octubre de 1800.
[12]
AGMAB
3072.
Lista de
los empleados en este Hospital Real de Infante
con expresión de sus nombres y goces. 30 Junio
1801
[13]
AGMAB. Legajo 3079.
Hospitales.
Relación
de los individuos prisioneros franceses que
fallecieron en el Hospital de la Nueva
Población de San Carlos y Segunda Aguada desde
1809 hasta 1810.
19 agosto 1831
[14]
En los Libros de Defunciones del Hospital de San Carlos
(AMNM)
se le denomina
Cementerio del Hospital de San Carlos. La
Junta de Andalucía opta por identificarlo como
Cementerio de los Ingleses cuando lo declara Sitio Histórico BIC
vinculado al
Legado Patrimonial de los Lugares de las
Cortes y la Constitución de 1812 en San
Fernando, Cádiz y la Bahía.
José Casado Montado lo identifica como
Cementerio Militar en su libro
Trigo tronzado,
1992. Se le nombra
Cementerio
de los
Franceses
puesto que al menos 313 prisioneros galos
fueron allí inhumados.
Cementerio de los
Soldados
es una denominación popular sin respaldo
documental.
La denominación
Cementerio de los Ingleses, recogida
insistentemente por los medios de comunicación
y en la declaración de BIC, es totalmente
errónea. Los soldados aliados británicos se
enterraron en un recinto cercado por tapias en
el interior del Depósito Común de Casa Alta,
el actual cementerio municipal de San
Fernando. La inhumación de un hereje en un
cementerio católico estaba estrictamente
prohibida y habría supuesto el interdicto del
mismo.
[15]
AMSF. Legajo 1304.
Expediente con motivo de oficio del Excmo. Sr.
Comandante General del Apostadero en que
solicita la concesión de terrenos para
inhumaciones de marinería y tropa que
falleciere en activo servicio. Febrero
1911
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